Aprendiendo a mirar

Angélica, Germán y Astrid me abrieron las puertas de su casa y su confianza.

De la mano, me guiaron a encontrar la luz de un mundo en penumbras. Conocí en su compañía, la elección de la vida sobre la fugacidad de la luz. Atravesar la oscuridad para ensanchar la mirada y encontrar, al tacto, una realidad aún por descubrir, aún por sentir.

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Germán sostiene a Astrid en sus brazos. Se despiden con un abrazo antes de que Germán se vaya al trabajo.

Germán se alista para ir a trabajar. Me invita un café y desayunamos juntos. Astrid lo despide en la puerta de su casa y prometen encontrarse más tarde. El trabajo de Germán le permite volver a casa para comer, la mayor de las veces. Acompaño a German en su camino a la oficina y admiro su autonomía.

Germán, caminando hacia su trabajo, sube un puente para cruzar el Periférico, avenida de la Ciudad de México con un flujo importante de carros.

Cruzar un puente es el menor de los desafíos que enfrenta día a día. Conoce su camino a través de los sonidos, los olores y los obstáculos con los que a veces tropieza. Sin embargo, siempre hay imprevistos en una ciudad que decide no mirar a quienes en ella caminan. Me quedo pensando en la estreches de la mirada de los que confiamos nuestro andar sólo al sentido de la vista.

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Angélica le enseña a Astrid a usar el punzón para escribir en braille. Astrid sonríe mientras toma el punzón en sus manos.

De regreso en su casa, Angélica le muestra el braille a Astrid; su escritura y lectura táctil es un sistema sofisticado de comunicación que más tarde perfeccionará. Lo más importante ya lo domina: la voluntad de explorar el mundo y compartir lo que su piel y sus otros sentidos le permiten mirar, más allá de la angostura de un mundo que Astrid se atreve a desafiar con la valentía de su ternura.

Angélica guía la lectura de Astrid y le muestra las letras que escribió en una hoja de papel.
Angélica y Astrid sonríen, abrazadas.

Son felices, me lo dice la complicidad en sus sonrisas.

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Astrid me invita a conocer su mundo, que es también el nuestro. Curiosa, explora mi cámara fotográfica. Con la misma emoción, le muestro la forma en que he aprendido a mirar a través del lente de aquel artefacto que ya considero una prótesis de mi cuerpo.

Astrid interactúa con una cámara fotográfica de juguete.

Seguimos jugando y Astrid guía mi mano y me lleva a mirar al tacto las flores de una cuna de Moisés, que Germán le ha enseñado a conocer y a cuidar. Después de un rato, Astrid se queda dormida. A la luz de sus sueños, disfrutamos de una generosa comida que Angélica cocinó para nosotros. En la sobremesa, me comprometo a buscar la forma para juntos elegir las fotografías del concurso.

Astrid mira y conoce una flor de cuna de Moisés. Mira a través de sus manos y su olfato.

4

Aquí el motivo de mis palabras, de esta serie fotográfica: interpretar la voluntad de mi mirada y compartir con ellos y con ustedes la descripción de una serie de fotografías que intentan iluminar la oscuridad de nuestra ignorancia.

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